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sábado, 22 de octubre de 2011

Montevideo

Viajé a Montevideo a tocar, ahí parte la historia. Esta hermosa ciudad, detenida en el tiempo y llena de sonidos increíbles me brindó un lugar para hacer sonar mis canciones.
El concierto fue lindo, emotivo y solitario.
El avión hacia el destino salió tarde pero apuró el paso y en vez de tardar una hora demoró solo 25 minutos. Eso fue algo que no entendí, mi entendimiento sobre aviones es cero, solo se volar con la mente.
Tomé un colectivo que me acercaba a la ciudad y me bajé donde me dijo el chofer. Quizá bien, quizá mal…
Preguntando quise llegar al hotel y nadie supo indicarme con seguridad para donde quedaba la calle “Bartolomé Mitre” y cansada ya de caminar bajo el sol, con guitarra y mochila al hombro recordé que Fernando Cabrera compuso una gran canción a este hotel y la tituló “Palacio”.
La música, como siempre, te salva. Y seguí el camino que marcò la poesía. Calle Mitre, la emboscada de Rincón, la batalla Sarandí, policía vieja. Las indicaciones eran exactas.
Así llegué, enamorada del método y agradecida una vez más con este genial compositor que me guió al destino, mi cuerpo ya no podía continuar esforzándose.
La letra presenta imágenes que te desarman “una reunión de roncadores, un congreso soñador. Hotel de camas con gemidos y un amor en ascensor”.
Me encantó tocar en Somos sonido y regresar a este hotel. Me sentí abrazada por la canción y por este país tan musical e incierto para mí.
Este ha sido un viaje a la soledad. Lejanía e indiferencia, personas que no saben amar, que cargan con esa “Cruz” y yo, abriéndome paso con guitarra y bebé dentro de mí que crece día a día. Viviendo feliz el comienzo de la vida y el final de las cosas que ya no quiero más.

domingo, 2 de octubre de 2011

Hielo

Regresando de Ushuaia me encontré con la mujer de hielo.
Hacía años que no la veía y su voz me llegó a lo más profundo.
Tenía ganas de bañarme en vinagre al regresar a casa pero no lo hice. Me atacó la superstición que desde hace un tiempo camina a mi lado.
Antes, para mí, superstición era solo una canción de Pescado Rabioso. Una gran pieza de rock. ¡Esos acordes de guitarra! y la banda, poderosa. Todo el disco es infernal.
Ahora superstición es algo presente y a tener en cuenta permanentemente. Luz y sombra.
Una persona me dijo ayer que ser supersticioso es “un comienzo” ¿un comienzo de qué?
Los encuentros inesperados movilizan, contentan o molestan.
El año pasado caminando por una callecita de Montevideo, pensativa y triste me asaltó el sonido de unas ruedas girando la esquina. Un auto viejo y exótico llamó mi atención y desde la ventana gritaron mi nombre. Detuve el paso y salieron de ese carro un par de amigos con una energía arrolladora. Fue linda sorpresa.
Pero cuando estás en un avión de vuelo doméstico y dos asientos mas allá está sentado el bloque de hielo más grande jamás visto todo cambia.
Estoy hablando de una mujer extraña, indescifrable.
La Patagonia no la asusta, pensé, el frío que tiene ya es inquebrantable y no existe uno mayor. El frío del corazón.
Conocí a esta persona en mi infancia y siempre me llamaron la atención sus comentarios y actitudes.
Ayer no me quedó otra que saludar y conversar. Ella, por supuesto, quería incomodar con el silencio y con sus frases poco inspiradas llenas de psicología barata.
¿Qué le pasará dentro? ¿Nació sin corazón y nadie lo notó?
Me imagino su partida de nacimiento que dice en letra borroneada-persona sin rastros de corazón o alma- origen desconocido-
Es verdad que no hay que darle lugar a estos seres pero para mí es imposible, estoy presa de la superstición.
Me ataca la pregunta… ¿Por qué la encontré aquí en el fin del mundo?
Cuando me di vuelta para atravesar la puerta y correr hacia un taxi sentí en la espalda su mirada letal. Como en la mancha venenosa, ella me manchó con la mirada, la violencia y la indiferencia. Ahora tengo que olvidarme y dormir.
Mañana será otro día y no more hielo.