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jueves, 13 de febrero de 2014

Tatuaje falso



De repente me desperté en una especie de camilla, parecida a un sillón de dentista y con el bebé de unos tres meses durmiendo sobre mí. Alguien me decía: listo, ya está. Y yo, entresueños intentaba acomodarme sin despertar a Julián y afinando la mirada.
Estoy con la chica tatuadora, ella tiene su máquina de tatuar en la mano, y puedo ver un poco de tinta negra aun fresca. No entiendo como llegué ahí pero es un hecho que ahora convivo con algo escrito en la piel. Cuando salgo del lugar me encuentro con marido y suegra en alguna casa y me preguntan cómo me ha ido y yo les pregunto: ¿Dónde? En tu cita con el tattoo me dicen…y no puedo responder más que con una cara de sorpresa: ojos abiertos del todo y mandíbula hacia delante. Les digo: me tomaré dos años para ver que tengo tatuado, parece imposible pero eso haré y así fue. El sueño también me mostró el paso del tiempo, como en las novelas o películas de tv que ponen un cartel “…dos años después…”Ahí estoy sentada, a la mesa con marido y vistiendo la remera de “Para las almas sensibles” de Pez (ahora también la tengo puesta mientras escribo estas líneas) y levanto la manga derecha y veo el tatoo. Abajo y arriba uno de esos dibujos de tribus y en el medio hay unos ojos. Corro por mi mente para encontrar alguna rama donde tomarme para no caer y digo: son los ojos de Julián, los que me mirarán para siempre. Una frase poco atinada y quizá desubicada frente a la risa contenida de ambos. Marido vuelve con sus preguntas: ¿no pudiste decirle lo que querías que te tatuara? ¿Dos años demoraste en verlo? ¡Tenés que poder preguntar, decir! Ahí mismo sonó el despertador, por suerte, aunque me hubiera gustado escuchar mis respuestas, eso que no puedo contestar despierta.
Cualquiera que lea este relato podrá analizar el sueño, o quizá yo pueda contarlo en terapia también…
Me levanté y prendí la compu. Debo resolver muchas cosas ajenas pero cercanas. Llega la niñera y le cuento el sueño, ella tiene pinta de saber escuchar y así lo hace. Mi niño aun duerme y nos tomamos un rato para la charla. Ella solo se ríe de mi cuento y hablamos sobre los tatoo.
Tengo muchos amigos tatuados y siguen tatuándose y tatuándose y están contentos. Mi tía se tatuó también, creo que un Hada. A ella le queda lindo, tiene mucha onda.

En el oeste hay dos historias que van pasándose de generación en generación; una es la de una chica que totalmente ebria se tatuó una mosca en la cara y cuenta la leyenda que es tan real el tatto (dicen como si fuera en 3D) que todo el tiempo tiene que estar sorteando cachetadas y aclarando "es un tatuaje". La otra historia es de un pibe que quiso llevar en la piel la marca "Fernet Branca" y el tatuador omitió la R y quedó "banca".

Ahora recuerdo que una revista me pidió que escribiera unas líneas sobre una película o mejor dicho sobre un actor, el protagonista de “Tatuado”. La historia gira alrededor de un tattoo que su mamá le hizo antes de desaparecer cual mago y él quiere saber que significa. Lejos de tener que criticar o hablar sobre la película la propuesta era solo un intercambio, él escribiría sobre mi disco “Correr” y yo sobre su actuación. Recuerdo que me cambiaron un par de términos personales como “me contenté” y lo reemplazaron por “me puse contenta”. No comprendí la razón. O si, quieren que todos cachen lo que decís o amalgamarte con los snobs. Fue lindo ir una mañana al cine, cambiar el día de laburo en un jardín para ver una película y me contenté.
Me quedo con este momento y con una linda película a la que le presté mucha atención.
Muchos quieren animarse, quizá yo también (el sueño lo dijo) pero no creo llegue el día, no podría soportar y estaría rascándome for ever hasta que se borre el tattoo. Aun así, primero debo trabajar en la pregunta, en la decisión. Aunque he tomado grandes decisiones y las he sostenido a lo largo de mi vida, con simples cosas me pierdo. Callo, me voy. Quizá porque mi deseo  es tener la mente en blanco lo máximo posible pero es imposible entre tanto trabajo, el niño, una casa y la música.
Por más que el sueño me mostró los ojos de mi hijo tatuados en mi cuerpo, están de cualquier modo y siempre será así. Son los ojos que te miran para siempre y por esos ojos es que hay que esforzarse y seguir. Darle el mejor de los paisajes para mirar.
Ah! Basta de pensar! Me voy a desayunar.

viernes, 7 de febrero de 2014

Los ojos



A veces voy andando en auto o en colectivo e intento verme entre la gente y volver a mi cuerpo. Veo una pareja esperando el bondi por la madrugada, con frio o lluvia y ahí me busco. O un grupete de amigos caminando por la calle o andando en bici una noche de verano sabiendo que al otro día la mañana puede esperar.
El paso del tiempo es inevitable, te pisa los talones y también trae sorpresas, alegrías, amores, tristezas…es el gran desafío que tenemos todos y debemos aprender a caminar juntos, pelear no sirve de nada, además el tiempo siempre gana. Claro que todos querríamos tener esa mañana para poder dormir o la frescura de una sonrisa de púber o la inocencia y la luz de la niñez for ever.
Mi hijito crece y aprende, ya es todo un musiquito. Ayer se me cayó una lágrima cuando Eli-mi amiga violista y compañera de maternidad-en una impro que surgió en casa le prestó la viola a Julián. Él se emocionó de una manera tremenda, no sabía cómo ocultar su felicidad. Giró su cuerpito e hizo una mueca rara con la boca y luego tiró un pasito de baile, un gesto muy personal y gracioso, fiel al estilo 1 año y 10 meses.
Ver esa alegría y pasión es también el tiempo, ya no es un bebé y yo tengo la dicha de ser mamá.
Ahí mismo me encontré sentada al piano, las manos chiquitas y las zapatillas blancas y rojas.  Muy seguido iba a visitar a una compañera de grado (que nunca estaba) y su abuelita, una señora muy culta y amable y también senil, con toda la casa dada vuelta como si fuera una selva, me dejaba pasar para que le charle y toque el piano. El piano estaba completamente desafinado y ella se reía con la mirada perdida y me decía: le sacas música nomas, que bueno, la casa lo necesita y yo también. Con total descaro intentaba con canciones de Charly o algún hit de la época como un tema de Phil Collins, hacia la melodía con la mano derecha y con la izquierda cualquier verdura pero la magia del momento volvía consonantes esos acordes completamente desubicados y llenos de niñez.
La señora también era una niña, una niña con ojos de cielo.
Años después encontré en el tren a su nieta y tenía la misma mirada que su abuela. Su madre llamó a un programa de radio donde fui invitada, me sorprendió para bien. La madre era una militante, posta posta y quedó medio perdida entre exilios y desapariciones de amigos y familia y amores. Las tres eran brillantes, súper inteligentes. Las recuerdo con cariño y vuelve a mi esa sensación que ayer mi hijito me mostró y sus ojos también de cielo me guiaron a esa casa, a ese abrazo de la soledad y a la felicidad de encontrar el sonido. Y ahí me sigo buscando, perdiendo  y encontrando, ahora intentando con un nuevo disco.
En un rato salgo para tomar una clase, tengo un colectivo de más de media hora y mucho por mirar y pensar. Pasarán los niños con sus instrumentos, los novios de la mano, la maestra vacacionando, todos bajo la misma lluvia e intentando surfear la ola del tiempo.